El vasco Javier de Castro disfruta su vocación lejos de su tierra, pese los duros trayectos por caminos sin asfaltar y las emergencias que, tras hora y media de viaje, resultan falsas
FRAN EXTREMERA. ALGARROBO "Trabajar por estas carreteras de montaña, en continua tensión, con zonas donde los peraltes están cambiados o no da el sol en todo el día y se forma un barrillo que te hace perder el control del vehículo, es muy complicado. Este año ya hemos tenido dos accidentes entre el personal sanitario de estos pueblos de la Axarquía interior, afortunadamente con final feliz, pero nuestros compañeros lo han pasado muy mal". Ésta es la experiencia de Javier de Castro, uno de esos muchos médicos que, a semejanza del famoso ´Doctor Mateo´ de la serie televisiva, desempeñan su labor en municipios malagueños con menos de 5.000 habitantes y que un día dejaron por vocación su Portugalete natal (Vizcaya) para cumplir con su vocación de servicio a los demás, aunque sea a mil kilómetros de su familia.Después de ocho años y medio en el centro de salud de Algarrobo, desde donde se da cobertura a pacientes de Canillas de Albaida, Cómpeta, Árchez o Sayalonga, ni siquiera los hijos de Javier, de 18 y 16 años están dispuestos a regresar a tierras vascas."Vine aquí en busca de una plaza, porque estaba en Miranda de Ebro como interino. Y creo que, en cuanto a las facilidades para adaptarnos, tuve mucha suerte de caer en la Axarquía porque aquí hay gente de muchos sitios. Aquí trabajando son muy pocos los andaluces. He tenido la oportunidad de volver a mi tierra, pero a mis hijos, que se sienten de allí porque tienen toda su familia, ya no hay quien los arrastre", argumenta. En su día a día, las mañanas son generalmente complicadas, hasta el punto de que desayuna en casa para disponer de ese tiempo para sus pacientes."Tenemos en teoría un descanso de diez a diez y media, pero lo uso de colchón para dedicarle más tiempo a la gente. Siempre voy con retraso y así lo amortiguo de alguna forma. Y cuando acabo las consultas dedico también parte de ese tiempo a hacer visitas domiciliarias, avisos o alguna urgencia".Pero no menos intensas son algunas guardias, desde las tres de la tarde, con urgencias de todo tipo. desde cosas banales sin importancia, como catarros, hasta cuestiones mucho más graves. "Es lo que tiene este servicio, la tensión de no saber lo que te va a salir en cualquier momento".Un invierno muy duro. Javier admira especialmente a los compañeros que a diario deben recorrer los trayectos hasta los distintos consultorios del interior de esta Axarquía más Oriental. "La carretera está mal, se han mejorado algunas curvas, pero no deja de ser de montaña. Con el invierno tan lluvioso que hemos pasado, ha habido muchos desprendimientos y además, como los que son de la zona bajan con mucha confianza, ocupando medio carril, con coches muy grandes y seguros, se hace muy peligroso este trabajo", relata.Una premisa fundamental es la precaución, porque la ambulancia no puede cometer ninguna temeridad: "Cuando tienes prisa tienes que acelerar, pero no puedes poner en peligro la vida de los demás y no obstante tenemos que cumplir las normas y los límites de velocidad igual que todos". Lo realmente peligroso está fuera de la calzada, cuando hay que subir a un cortijo y la ambulancia pasa dificultades por caminos sin asfaltar y con unos baches tremendos por las lluvias.El colmo es alcanzar uno de esos destinos imposibles y descubrir que el paciente no se encuentra ante una urgencia significativa. "La gente no comprende muchas veces nuestro trabajo. Hay avisos que se repiten, con temas banales y por las mismas personas, en sitios muy difíciles. Nos ocurre a todos los compañeros. Se lo explicas al paciente, que venir aquí, sólo venir y volver nos lleva hora y media y que en este tiempo una persona en otro sitio se puede estar muriendo... igual no salvamos vidas pero podemos ayudar algo para intentar salvarlas".Patatas en agradecimiento. Lo cierto es que el servicio de urgencias ha mejorado en los últimos años con la incorporación de un segundo punto para la zona en Cómpeta. Porque antes, como relata Javier, había enfermos graves que fallecían en el camino, o incluso cuando trataban de ser estabilizados antes de salir hacia el hospital de la Axarquía, en Vélez Málaga. El radio de acción llega hasta Maro, más allá de Nerja.Javier explica múltiples anécdotas y sigue sin explicarse como algunos residentes foráneos, con más de 80 años, se permiten el lujo de vivir con padecimientos que exigen atención diaria a muchos kilómetros de los pueblos, en plena Sierra de Almijara.Tampoco es fácil enfrentarse a algunos que no hablan el español y hasta tienen dificultades para argumentar en inglés sus dolencias. Pero los momentos más críticos para él llegan cuando se produce un accidente de tráfico mortal o cuando una persona joven o de mediana edad fallece, por ejemplo, de un infarto. "Son personas que están en lo mejor de su vida y la muerte es inesperada. Es horrible cuando conoces a la familia y tienes que explicarles lo que hay y tirar hacia adelante", señala.Ahí aparece otra faceta vocacional del médico rural: la labor de ayudar a calmar el dolor, tanto el físico como el mental y el del corazón". Porque De Castro cuenta que, aún disponiendo de psicólogos, el usuario ve al doctor como la persona más cercana a quien confesarle sus penas. "Luego te vienen con un saco de patatas o con tomates; la gente aquí es muy generosa. Y les dices que no es necesario, que es tu trabajo, pero insisten porque quieren tenerte confianza".
sábado, 28 de marzo de 2009
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