sábado, 28 de febrero de 2009

urgencias del clinico de málaga

DOMI DEL POSTIGO La humanidad no huele a maquillaje. Tiene el olor de la verdad. Así comenzaba esta página hace algunos sábados, dedicada a una jornada en las Urgencias del hospital Clínico malagueño.

Ocho largas horas compartiendo denuncias laborales, agotamientos personales y alguna anécdota casi literaria. Aquella página terminaba dando las gracias por su entrega a todos los profesionales que aportaban el valor añadido de su trabajo en unas circunstancias difíciles de saturación y desbordamiento de pacientes, presuntamente producido por un tiempo gripal que se cebaba en los ancianos con problemas respiratorios.

Esta semana he vuelto a vivir horas en Urgencias, y la secuencia ha sido tan idéntica a la de hace algo más de un mes que ni siquiera podría llamarla ´Urgencias 2ª parte´. Viví la misma película.

En observación
De nuevo mi padre tuvo que ser ingresado, pero esta vez no en los pasillos de la sala policlínica y entre las sillas ocupadas al alimón por pacientes pacientes e impacientes familiares, sino que fue derivado a la sala de observación, donde quedó aparcado en un sillón junto a un hombre que vomitaba sangre, y frente a un chico de trece años al que le había pillado un coche la tarde anterior y que, por tanto, llevaba allí sentado, con el brazo en cabestrillo y dolorido por diferentes traumas, unas 20 horas.
Una anciana amable con una batita azul no dejaba de sonreír a su lado, sentada también allí desde hacía aún más tiempo. Hombres y mujeres de toda dolencia y edad perfectamente controlados por profesionales de enfermería y médicos de guardia, pero sin intimidad alguna y bajo la persistente luz blanca encendida día y noche.
No voy a nombrar apellidos ni grados de quienes atendieron a mi padre, pero sí diré que cierta indignación cansada adornaba las miradas de todos ellos. Incluso días Sin la más mínima animadversión hacia su persona y con el máximo respeto a un cargo que no debe de ser fácil, pero con la obligada observancia del testigo de cargo, he de decir que no se corresponden con la realidad estas declaraciones del gerente del Clínico, José Manuel Martín Vázquez: "Es falso que haya tanta gente en nuestras Urgencias? además, que algunos pacientes esperen diez o doce horas hasta que pasan a planta ocurre en todos los hospitales. La situación es normal y no hay colapso ni masificación".

Mi padre esperó muchas más horas hasta pasar a planta, y su actual compañero de habitación ocupó más del doble de horas que mi padre. Hay otros ejemplos con nombres y apellidos, pero no con todos comparto tantos tiempo como con él. Si esto ocurre por falta de presupuesto, por gestión inadecuada, por tener medio cerradas dos plantas, por un tercer hospital, o por tantas razones que tantos me han dado allí dentro es algo que yo ahora no puedo probar. Pero sí que esto está ocurriendo.

Gran hospital De la misma manera puedo decir también que en el Clínico están algunos de los mejores médicos que conozco, que es un hospital de referencia en alguna de sus áreas y que parte de sus instalaciones y de las técnicas utilizadas son punteras en la sanidad pública. Lo cortés no quita lo valiente, pero puede terminar acobardando al más pintado. Y tras la última reforma, la pintura y los equipamientos están flamantes en gran parte del edificio, por eso no sólo es injusto para profesionales y pacientes lo que ocurre demasiado a menudo en Urgencias, sino una lástima para un gran hospital como el Clínico Universitario.

Y una mala etiqueta para Andalucía y para quienes creemos firmemente en la sanidad pública y universal que ahora, tras la aprobación de los primeros presupuestos de Obama, parece que quizá descubra EEUU.

Una peor etiqueta es la de una diputación provincial tomada por la Guardia Civil. Ayer de mañana muchos creían que era una broma. Luego a muchos les parecía una broma escuchar (como ya ocurrió en Alhaurín el Grande en defensa de su alcalde, Juan Martín, en libertad bajo fianza de 100.000 euros) a los vecinos de Alcaucín protestando por la detención de su alcalde, también Martín, pero del PSOE, de signo contrario al popular de Alhaurín, aunque unidos por la imputación y la sombra de la malversación, el blanqueo, la prevaricación y los posibles derivados de las enladrilladas reclasificaciones que no han cesado durante años, hasta que se acabó el pastel e incluso los comensales invitados a esa merienda urbanística. El cartel de la película Tiburón en España tenía la siguiente leyenda debajo de las fauces de la criatura a punto de devorar a una bañista: ´Ella fue la primera´. Así que pónganle al tiburón una toga y cambien a la bañista por la figura que consideren adecuada. Ya saben cuántas secuelas suelen tener esas películas una vez que se levanta la veda en la cartelera de los días. Quienes saben así lo dicen.Porque hoy es sábado, si esto sirviera para efectuar una catarsis política colectiva, y para hacer borrón y en parte cuenta nueva, entonces merecería la pena el daño inevitable de volver a ver a Málaga en la picota de la corruptela. Pero hoy que cumplimos 29 años del referéndum andaluz por su autonomía, constatamos que en esta orgía de beneficios de unos pocos de los últimos años hemos abandonado el fomento de la ciudadanía y de los valores éticos y estéticos que podrían habernos vacunado de reacciones populares como las que defendieron a Gil, también alcalde desde 1991 como Martín Alba en Alcaucín.

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