El pasillo hacia los paritorios del Materno es largo y estrecho. Un puñado de mujeres camina hacia allí.
Unas acompañadas de sus maridos, otras solas, otra con su madre. Están en avanzado estado de gestación y ya tienen ese andar pesado de las embarazadas. A medida que se acercan una pareja se besa, otra se abraza. Cualquiera diría que ha llegado el temido momento de parir.
Pero no. Es una visita a los paritorios que el hospital organiza para mujeres que están a punto de dar a luz. Es casi un ensayo de la maternidad. Fermín Criado, especialista del Servicio de Ginecología del hospital, explica el objetivo de esta iniciativa que ya lleva siete años: "Esto ayuda a que tengan menos miedo, menos ansiedad y que se acerquen a la realidad. El parto es un hecho natural, no deben verlo como una enfermedad".
Sonia de León y José Antonio Sánchez lo confirman. "Más que ilusión, esta visita da tranquilidad porque ya no vendremos a ciegas", apunta ella. Él asegura que estará en el parto. "No me queda más remedio", bromea.
Margarita Llongarriu es la monitora encargada de quitarles muchos temores. Les cuenta, por ejemplo, todas las medidas que se toman para evitar confusiones con los bebés. Les explica que hasta se hacen muestras de ADN. Además, ella que lleva 36 años en los paritorios del Carlos Haya les asegura que no tiene constancia de ningún equívoco.
Las visitas se hacen los viernes. Las embarazadas son derivadas por los centros de salud donde reciben atención maternal. El viernes pasado venían del ambulatorio de Trinidad-Perchel. Gloria Murillo, que ya estaba de ocho meses, aseguraba que se encontraba serena pese a su inminente parto. De Honduras y de 39 años, espera su primer hijo. "Es una niña y se llamará Nayeli. Estoy tranquila; me ha ayudado mucho la orientación de la matrona.
Quiero disfrutar de mi parto".Una mujer que acompaña a su hija reconoce que los paritorios "han variado mucho". Ahora son individuales y confortables. Margarita explica a los maridos que el día que su hijo decida nacer a ellos les darán un pijama naranja. Así no se confundirán con el personal.
La monitora -que fue la que trajo la educación maternal a Málaga hace ya casi 40 años- afirma que los hombres generalmente "resisten bien" la presencia en el paritorio. "Los que no se ven capaces, lo evitan", añade. Criado explica que la iniciativa forma parte de la tendencia a humanizar el parto.
El ginecólogo anuncia además que en esa línea se va a fomentar el contacto "piel con piel" de la madre con el recién nacido y que permanezca todo el tiempo con ella, salvo que por motivos de salud el pequeño tenga que permanecer en Nido.
Las parejas tienen muchas dudas. Una a una, Margarita las va deshaciendo. Les explica cómo tienen que hacer para inscribir al bebé en el Registro Civil, qué deben hacer para donar la sangre de cordón umbilical y hasta como tienen que dar de mamar para no dejarse la espalda en el intento. "Es que el niño viene aprendido [porque trae el instinto de succión], pero tú no", reconoce.
Además, les informa de que después de que nazca, una trabajadora se llevará al recién nacido para pesarlo y tomarle las medidas. Lo traerán y se lo volverán a llevar. Esta vez para que lo examine el neonatólogo. Les aconseja que en esos ratos sin la criatura no se desesperen: "Tenéis que aprovechar esos momentos para descansar porque después el niño es para vosotros para siempre".
El Materno fue el primer hospital de Andalucía que comenzó a ofrecer educación maternal. Entonces, las clases se daban en el hospital. Después el programa se descentralizó, los especialistas formaron a formadores y comenzó a impartirse en los centros de salud. Así, se acercaba la atención a los barrios y se multiplicaban los recursos.
Pero el programa tiene una guinda final que se pone en el hospital y que es la visita al paritorio. Unas instalaciones agradables, de colores relajantes, donde la mujer está acompañada por su pareja, un familiar o una amiga.
En el cabecero de la cama hay un botón rojo con el que la embarazada puede dar la voz de alerta al personal. La camilla se adapta para que la mujer dé a luz. La visita dura alrededor de una hora y media. Lo suficiente para fusilar a preguntas a la monitora y sacudirse unos cuantos miedos.
Unas acompañadas de sus maridos, otras solas, otra con su madre. Están en avanzado estado de gestación y ya tienen ese andar pesado de las embarazadas. A medida que se acercan una pareja se besa, otra se abraza. Cualquiera diría que ha llegado el temido momento de parir.
Pero no. Es una visita a los paritorios que el hospital organiza para mujeres que están a punto de dar a luz. Es casi un ensayo de la maternidad. Fermín Criado, especialista del Servicio de Ginecología del hospital, explica el objetivo de esta iniciativa que ya lleva siete años: "Esto ayuda a que tengan menos miedo, menos ansiedad y que se acerquen a la realidad. El parto es un hecho natural, no deben verlo como una enfermedad".
Sonia de León y José Antonio Sánchez lo confirman. "Más que ilusión, esta visita da tranquilidad porque ya no vendremos a ciegas", apunta ella. Él asegura que estará en el parto. "No me queda más remedio", bromea.
Margarita Llongarriu es la monitora encargada de quitarles muchos temores. Les cuenta, por ejemplo, todas las medidas que se toman para evitar confusiones con los bebés. Les explica que hasta se hacen muestras de ADN. Además, ella que lleva 36 años en los paritorios del Carlos Haya les asegura que no tiene constancia de ningún equívoco.
Las visitas se hacen los viernes. Las embarazadas son derivadas por los centros de salud donde reciben atención maternal. El viernes pasado venían del ambulatorio de Trinidad-Perchel. Gloria Murillo, que ya estaba de ocho meses, aseguraba que se encontraba serena pese a su inminente parto. De Honduras y de 39 años, espera su primer hijo. "Es una niña y se llamará Nayeli. Estoy tranquila; me ha ayudado mucho la orientación de la matrona.
Quiero disfrutar de mi parto".Una mujer que acompaña a su hija reconoce que los paritorios "han variado mucho". Ahora son individuales y confortables. Margarita explica a los maridos que el día que su hijo decida nacer a ellos les darán un pijama naranja. Así no se confundirán con el personal.
La monitora -que fue la que trajo la educación maternal a Málaga hace ya casi 40 años- afirma que los hombres generalmente "resisten bien" la presencia en el paritorio. "Los que no se ven capaces, lo evitan", añade. Criado explica que la iniciativa forma parte de la tendencia a humanizar el parto.
El ginecólogo anuncia además que en esa línea se va a fomentar el contacto "piel con piel" de la madre con el recién nacido y que permanezca todo el tiempo con ella, salvo que por motivos de salud el pequeño tenga que permanecer en Nido.
Las parejas tienen muchas dudas. Una a una, Margarita las va deshaciendo. Les explica cómo tienen que hacer para inscribir al bebé en el Registro Civil, qué deben hacer para donar la sangre de cordón umbilical y hasta como tienen que dar de mamar para no dejarse la espalda en el intento. "Es que el niño viene aprendido [porque trae el instinto de succión], pero tú no", reconoce.
Además, les informa de que después de que nazca, una trabajadora se llevará al recién nacido para pesarlo y tomarle las medidas. Lo traerán y se lo volverán a llevar. Esta vez para que lo examine el neonatólogo. Les aconseja que en esos ratos sin la criatura no se desesperen: "Tenéis que aprovechar esos momentos para descansar porque después el niño es para vosotros para siempre".
El Materno fue el primer hospital de Andalucía que comenzó a ofrecer educación maternal. Entonces, las clases se daban en el hospital. Después el programa se descentralizó, los especialistas formaron a formadores y comenzó a impartirse en los centros de salud. Así, se acercaba la atención a los barrios y se multiplicaban los recursos.
Pero el programa tiene una guinda final que se pone en el hospital y que es la visita al paritorio. Unas instalaciones agradables, de colores relajantes, donde la mujer está acompañada por su pareja, un familiar o una amiga.
En el cabecero de la cama hay un botón rojo con el que la embarazada puede dar la voz de alerta al personal. La camilla se adapta para que la mujer dé a luz. La visita dura alrededor de una hora y media. Lo suficiente para fusilar a preguntas a la monitora y sacudirse unos cuantos miedos.
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