Diagnóstico compartido: faltan camas
Chequeo a la sanidad pública malagueña. El diagnóstico es rotundo: goza de buena salud, pero tiene achaques. La dolencia más grave es la falta de camas -con un déficit de un millar- en una provincia que ha crecido un tercio en número de habitantes desde 1993, cuando se inauguró el último hospital.
El déficit crónico de la falta de camas, el problema del envejecimiento de la población, el lastre de las listas de espera, la carencia de médicos en algunas especialidades... La radiografía a la sanidad pública malagueña presenta achaques sobre los que debaten cuatro profesionales del ramo: la directora de la unidad de gestión clínica y de cuidados críticos y de urgencias del Hospital Clínico, María Victoria de la Torre; el presidente del Colegio de Médicos de Málaga, Juan José Sánchez Luque; el director médico del Complejo Hospitalario Integral Privado (CHIP), Gustavo Nofuentes, y el secretario provincial de Sanidad de Comisiones Obreras, Rafael González Delgado.
Déficit
A la cola de Andalucía en número de camas
Los seis hospitales públicos de Málaga cuentan con 2.720 camas, más 374 concertadas. Pero desde que se inauguró el Costa del Sol de Marbella no se ha construido ningún centro sanitario público. Era 1993. Para María Victoria de la Torre, «en la última década, Málaga destaca por tener el menor número de camas por cada mil habitantes de todas las provincias andaluzas». González Delgado interviene: «La situación actual es que tenemos dos grandes hospitales, y uno de ellos, Carlos Haya, repartido en tres pabellones, con la dificultad que eso provoca de funcionamiento». Sánchez Luque va más allá: «El perfil con el que nos vamos a encontrar es un paciente con patología crónica que requiere una serie de prestaciones de servicios. La medicina se está burocratizando, y nos preocupa».
Gustavo Nofuentes desea puntualizar que habla como «médico viejo»: «Mi impresión es que se pueden decir las cosas, pero sin alarmar. La población en el futuro no va a estar desatendida, pues se destinarán los recursos a lo que hay, como se ha hecho siempre. En el 82 empiezan las transferencias a la Junta, y el recorrido que se ha hecho en esta autonomía ha sido extraordinario. Pero hay déficits, como la falta de inversión en camas. O que el Chare de Benalmádena se construya por iniciativa de un Ayuntamiento cuando no es competencia municipal. La obligación del Ayuntamiento de Málaga es la cesión de terrenos y la mejor ubicación posible para el megahospital, y la de la consejería, hacerlo».
Demanda
Respuesta privada a problemas públicos
Las listas de espera han aumentado los seguros privados, y se calcula que 200.000 malagueños mantienen suscritas pólizas con compañías médicas. Rafael González desbroza esta idea: «Paralelamente al estancamiento de la inversión en infraestructuras de asistencia especializada se ha producido un avance de la medicina privada. Allí donde la oferta pública no atiende las necesidades que se plantean en la población se produce una respuesta privada. La sanidad privada históricamente ha servido de válvula de escape del sistema público para cumplir una serie de decretos bastante ambiciosos que se planteó el Gobierno andaluz en cuanto al tiempo de espera». Juan José Sánchez habla incluso de efecto dominó: «Respecto a la transformación que experimenta el sector privado en Málaga, ha habido un efecto dominó que ha hecho que todas las clínicas privadas vayan mejorando».
Desde su experiencia, Nofuentes detalla: «Hay un déficit estructural del sistema público, con unas coberturas de cumplimiento en un tiempo máximo. No sólo tienen que asumir la salud de los ciudadanos, sino que se han marcado un decreto de garantías de tiempo para dar respuesta a la demanda sanitaria. La percepción del ciudadano es que el tiempo de demora es importante».
Urgencias
La población flotante de Málaga
María Victoria de la Torre entra en cifras a la hora de analizar las urgencias, y coteja datos: «En 2008, en Andalucía se atendieron a 3.863.000 personas en urgencias; 821.000 corresponden a Sevilla y 815.000 a Málaga. Las urgencias son un indicador de la presión asistencial que recibimos en los hospitales, y llama la atención que la asistencia a las urgencias es similar en Sevilla y Málaga, teniendo Sevilla una población superior en 300.000 personas. Eso significa que Málaga tiene una población flotante mucho mayor».
La directora de la unidad de gestión clínica y de cuidados críticos y de urgencias del Clínico desmenuza la provincia: «En el estudio de frecuencia de las urgencias durante julio y agosto se ve que en el Costa del Sol, Clínico (incluidos Torremolinos y Benalmádena) y Axarquía aumentan de un 7 a un 10%, mientras en Ronda, Carlos Haya y Antequera se mantienen igual todo el año. Ese pico se debe a una población flotante que hace que nuestras urgencias sean idénticas a las de Sevilla. Entre un 8 y un 10% de esas urgencias se ingresan en los hospitales, por lo que en Sevilla la cifra sería de 20.000 enfermos más que en Málaga».
Sin pausa, reflexiona: «En verano no tenemos problemas para ingresar de urgencia a planta; llega septiembre y la lista de espera entra en conflicto con la hospitalización del paciente de urgencias. ¿Cuál es más débil, el paciente de prioridad programada o el paciente que viene por urgencias? El que viene por urgencia, y lo sufre el paciente».
Tercia Gustavo Nofuentes: «Quizás esa diferencia entre invierno y verano se deba también a que disminuye la actividad hospitalaria en una serie de servicios, que se dejan para septiembre», y concluye De la Torre: «En verano se cierran plantas y hay menos disponibilidad de camas. El problema es la lista de espera, que machaca a los equipos directivos».
Especialistas
Mejora del marco laboral
Otra cuestión que se debate: especialidades sin médicos disponibles, como anestesistas, ginecólogos o pediatras -los bajos salarios y las condiciones laborales poco satisfactorias pueden estar detrás del problema- y la petición, que ha caído en saco roto, de retrasar de 65 a 70 años por voluntad propia la edad de jubilación, pues prolongar la vida profesional paliaría esa falta de especialistas. Máxime tras la previsión de que la demanda es mayor que la oferta en cuanto a facultativos colegiados, con un desfase de 800 médicos en una década, ya que en este tiempo el retiro forzoso dejará libres 1.800 puestos, y la Facultad de Medicina sólo proporciona un millar de licenciados.
Habla el presidente del Colegio de Médicos: «Trabajamos en la prevención, y tenemos magníficos profesionales que se forman en la facultades de medicina andaluzas. Vamos a cuidarlos para que cuando terminen su periodo de formación encuentren las condiciones idóneas para que se queden a trabajar en nuestra Comunidad. Aquellos médicos que llegan a los 65 años y, de forma voluntaria, desean seguir ejerciendo, que lo hagan. Y que no tengan una merma económica aquellos que trabajan en el sistema público y quieran compaginarlo con el sector privado. Lo que no se puede es mover el mercado abriendo el grifo de las facultades de medicina de forma indiscriminada».
Sale al quite Rafael González: «Decía Marañón que el 25% de las enfermedades son incurables y el 75% se curan solas. Así que lo que no es incurable tiene solución. Hay medidas paliativas para aumentar los recursos, la primera pasa por la mejora de las condiciones laborales y profesionales de los facultativos». Y concluye Gustavo Nofuentes: «La estabilidad es una de las cosas que te da la garantía para evitar las migraciones».Recursos
Envejecimiento y problemas crónicos
Otro problema es el envejecimiento de la población, que demanda mayores servicios, sobre todo de patologías crónicas y de oncología. María Victoria de la Torre echa de menos «la visión global del paciente, pues los enfermos no se pueden ver por parcelas. Sería una pena que el sistema sanitario perdiera profesionales de especialidades horizontales, capacitados para ver cualquier tipo de problema, como serían los médicos de familia, muy útiles para el servicio al ciudadano. Hace falta el espacio para atender a esa población con problemas crónicos. A mí me encantaría que hubiera más unión entre los recursos sociales y la parte sanitaria, que están íntimamente unidas, sobre todo hablando de enfermedades crónicas y envejecimiento de la población».
Juan José Sánchez Luque aporta su visión: «En esta comunidad se han hecho cosas buenas. En el año 2000 se desarrolló lo que se llamó un proceso asistencial, y muchos médicos vimos magnífico el poder integrar, optimizar todos los recursos para atender cada vez más patologías. El problema no ha venido por el diseño, sino por su aplicación práctica. Desde el Colegio de Médicos hemos puesto en marcha una campaña dirigida a los médicos y a los ciudadanos con una palabra clave, confianza: los médicos pedimos confianza también a la Administración para que esas unidades de gestión clínica, que son fórmulas de autogestión de los profesionales, lo sean en la práctica. La solución es que los profesionales nos autogestionemos siempre desde un uso racional, y eso se consigue con confianza».
El secretario provincial de Sanidad de Comisiones Obreras y médico de familia ahonda en el problema. «La formación, sobre todo en atención primaria que es el ámbito que domino, ha desaparecido. Eran habituales cuando era residente las ponencias en congresos o las sesiones clínicas, y los programas de salud se han resentido, y las visitas a los discapacitados que antes se hacían de una forma regular se espacian en el tiempo».
Nofuentes vuelve a hablar como «médico viejo»: «Cuando se hicieron las transferencias a Andalucía, el presupuesto sanitario era de 980 euros por ciudadano y año, más o menos, hoy llega a los 1.300, y han transcurrido 25 años. El gestor recibe un dinero para atender al ciudadano, tiene que darle todo lo que demanda, y ha crecido la población, nos hacemos más mayores, vas incrementando la tecnología, la complejidad de las intervenciones, cada vez más enfermos con más patologías. Sin embargo, se mantiene el 7% del PIB que se destina a Sanidad. Y los milagros, en los panes y los peces...»
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